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El gran protagonismo del neocórtex en nuestra sociedad: ¿Por qué estamos atrapados en una exaltación

Esta es una pregunta que me he estado haciendo por un buen tiempo. En cada resquicio de la sociedad desde la forma en que la gente se presenta a los trabajos hasta los comentarios fervientes sobre temas políticos en redes sociales, se puede respirar la presencia de una diosa que ha esperado ser adorada, a la cual llamo: "razón absolutista". De alguna forma, imagino a esta diosa con ropa de látex y un látigo de sado-masoquista que viene por todos nosotros, oh sí.

Sociólogos como Simmel y Weber han abordado el cómo la economía imprime esta perspectiva formulaica y frívola en los cerebros de los ciudadanos, que se extiende hacia cada una de sus acciones llevándolos a la vacuidad emocional.

Dejando de lado la economía, el día de hoy vengo a revivir tales nociones añadiéndoles unas especias de neuroanatomía que toman sabor a partir de estudios concretos. Veamos cómo resulta el guiso...

Paul MacLean apuntaló la triple diferenciación existente en el cerebro humano. Cerebro triúnico es el nombre de su modelo propuesto, el cual consiste en paleocórtex (cerebro reptiliano), sistema límbico (cerebro mamífero o emocional) y neocórtex.

Haciendo un poco de memoria sobre nuestras clases de biología elementales, podremos recordar que el reptil es el animal más antiguo sobre la tierra. De esta información, podríamos deducir que al paleocórtex se le atribuyen las funciones más básicas del ser vivo como lo son la respiración, digestión, excreción y el dormir; las cuales, implican un cierto nivel de homeostasis (equilibrio energético) influenciado por el hipotálamo.

De la pasividad existencial escalamos a las emociones oscilantes generadas a partir de estímulos, controladas por el sistema límbico. Más precisamente en la zona de la amígdala, se produce la alarma sobre el posible peligro que éste puede estar corriendo, lo cual desencadena la liberación de las hormonas del estrés, los impulsos nerviosos, aumento del ritmo cardíaco y por consiguiente una inhalación más acelerada; todo esto con la finalidad de crear una de las siguientes reacciones: afrontar o escapar. Es así que podríamos decir que aquí se aplica la forma más evidente del principio de acción y reacción y por ende, supervivencia.

Sin embargo, no existe algo tal como un cerebro trabajando independientemente sin recibir feedback el uno del otro. El cerebro reptiliano y el sistema límbico trabajan en tándem para reconocer las experiencias y las sensaciones (placer, dolor, peligro, hambre, cansancio, etc) y a partir de eso, desencadenar los cambios fisiológicos respectivos. Todo esto será registrado para la próxima vez que la persona experimente tales vivencias de forma automática.

Por otro lado, tenemos al neocórtex, en el cual se ubica la corteza prefrontal en la cual se sospecha residen las diferencias claves entre los humanos y las demás especies, siendo atribuida a las funciones cognitivas superiores tales como la percepción del tiempo, planificación, interpretación según contexto, moralidad y empatía, por mencionar algunas cuantas. Por ello, el neocórtex adquiere el nombre de cerebro racional, pues este se encarga de conciliar los impulsos con el comportamiento en base al juicio.

Mientras la teoría de la evolución del cerebro parece no estar atada a la subjetividad, esta permanece ligada a la naturaleza humana básica que toma su propia especie como punto de referencia lo cual, en ocasiones, inconscientemente se dilata hasta el punto de creer que estamos en la cima de la jerarquía por nuestro nivel de consciencia supuestamente superior al del resto de especies. Paradójicamente, esto forma parte del instinto de supervivencia; como animales que somos, le damos protagonismo a nuestra propia especie para protegerla, para protegernos a nosotros mismos. No somos únicos pero creemos que somos mejores, porque nuestro neocórtex es más elaborado, porque "más es mejor". Porque instintivamente nos atrae saltar a lo nuevo sin conocer el terreno precedente. Somos así de salvajes.

Esta negación tiene sus consecuencias en los grandes desequilibrios que nuestra sociedad enfrenta el día de hoy. El exceso de razón lleva a la represión y el exceso de emoción lleva a la impulsividad descontrolada. Como sostiene Lewis en su libro A General Theory of Love, "la flameante obviedad de la reflexión abre paso a la falacia: Pienso, entonces todo lo que soy es pensamiento. Pero en las palabras de un neocórtex tan agudo como el de Einstein: "Debemos tener cuidado con no hacer del intelecto nuestro dios; por supuesto que tiene músculos fuertes pero no personalidad. No puede guiar; solo puede servir"".

Así es cómo reconocer el cerebro racional exclusivamente no es suficiente en el caso de que se requiera sanar un trauma, por ejemplo. Se necesita sentir la emoción para reconocerla consciente-mente, se necesita reconocer al cerebro emocional, lo cual implica hacer lo mismo con el reptiliano. En otras palabras, reconocer el eclecticismo en nuestra naturaleza.


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